La vida

Admirar la vida.


Desde siempre las personas han admirado la vida: su belleza, su grandiosidad, su fuerza. En toda la historia de la humanidad y en todas las culturas hay constancia de esta admiración, que ha dado origen a muchas formas de religión, al pensamiento filosófico y a la ciencia. Y es patrimonio común de todos los hombres y mujeres, la conciencia de que la vida es algo muy valioso que hay que proteger y desarrollar.

Hoy, gracias a los avances científicos somos más conscientes de la complejidad y de la grandeza de la vida. Sabemos que todas las formas de vida están interrelacionadas, y que todas se integran en un proceso dinámico en continua evolución.


Valorar la vida.


Siguiendo el desarrollo de la evolución, nos encontramos en un momento dado con un salto cualitativo: la aparición de la vida humana. Es vida biológica, pero también es mucho más que eso. Con la persona entra en escena la conciencia. Y con ella la libertad. por eso el ser humano es el ser vivo más admirable, más sorprendente, más rico en posibilidades. No porque sea biológicamente superior a todos los otros, sino por ser consciente y libre.

La vida humana, por lo tanto, no puede ser vista solo como un fenómeno biológico más, ni puede ser tratada como tal. Hay algo en ella que la diferencia esencialmente de todas las otras formas de vida. 

Preguntarse por la vida.


Los científicos dicen que la aparición de la vida en el universo, y también el desarrollo de la vida humana, son casi una casualidad. Estadísticamente los dos fenómenos son una posibilidad remota entre otros miles de posibilidades dentro de la evolución de la materia y de los vivos.

Podría existir la materia inerte sin la vida. Y podría haber vida sin que existiese el ser humano. Algunos dicen que, siendo así, la vida en general, y la vida humana en particular, son mero fruto del azar y no tienen un valor especial.

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