Todo estaba oscuro, apenas y podía ver, abrí mis ojos a la fuerza y vi a alguien frente a mí. Era aquella misma persona que me imaginaba cada noche, a la que extrañaba cada noche. Me sorprendí. Le dije: ¿qué haces aquí?, -no me respondió-.
Desperté. Me di cuenta que todo había sido otro sueño más, desde la muerte de mi prima he estado en otra dimensión, así me siento.
Como cada día hice lo habitual. Me levanté con ojos llorosos y entré al baño, me duché, me cepillé los dientes y salí. Me vestí, me maquillé y me fui al trabajo. Sin darme cuenta me quedé dormida en el trabajo y allí de nuevo estaba la misma imagen de aquella persona, pensaba que me estaba volviendo loca. Entre sueños escuché la voz de mi jefe, y la imagen de mis sueños me dijo: despierta. Rápidamente abrí los ojos y me dijo mi jefe: ¿no dormiste anoche?, le dije que sí, pero que no sabía por qué me había quedado dormida. Literal... estaba totalmente loca.
Fui a un psicólogo y le conté sobre mis sueños y la muerte de mi prima. El psicólogo me dijo que le había prometido algo a alguien y no lo había cumplido. Acabó la cita y regresé a mi casa, allí me puse a pensar en tantas promesas que he hecho y no he cumplido. Después de varios días me acordé de la más importante; la de mi prima. Le había prometido que si alguna vez ella moría, yo iría a su tumba y le llevaría flores al mes de su muerte.
Se acercaba el mes de la muerte de mi prima y fui a la mejor florería y le compré las rosas más hermosas que vi, el día que cumplió el mes fui y le llevé las rosas y le hablé a su tumba, la sentí conmigo.
Desde ese día no volví a tener sueños con esa imagen de cada noche.
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